La Academia Sueca renueva sus estatutos
La Academia Sueca, la institución encargada de otorgar el Nobel de Literatura, comienza a reaccionar a la crisis que la sacude desde hace meses y que ha pospuesto para una fecha aún sin determinar la entrega del galardón correspondiente a 2018.
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El terremoto, desatado por los abusos sexuales cometidos presuntamente por el marido de una de las integrantes de la Academia (y que ya investiga la Fiscalía sueca), conllevó la renuncia de varios miembros a seguir participando en la institución (en los últimos días ha habido rumores de que alguno, como Sara Danius, ex secretaria permanente, estaba pensando en volver; lo desmintió enseguida). Esa renuncia de facto no pudo materializarse en una dimisión real porque los estatutos de la entidad determinan que los cargos son vitalicios y, por tanto, no se puede renunciar a ellos. Como no se puede abandonar, tampoco se pueden suplir esas vacantes, lo que ha abocado a la Academia a una parálisis que podría ahora comenzar a solventarse.
La institución sueca anunció el pasado viernes que en los últimos meses ha llevado a cabo una actualización de sus estatutos, que datan de 1786 y de los que se ha elaborado una “interpretación moderna con la ayuda de expertos legales para alcanzar consensos en su aplicación en el mundo de hoy en día”.
Los nuevos estatutos, que no se han hecho aún públicos, se presentaron en la última reunión de la Academia, donde se les añadió un apéndice que proporciona, indica la nota de prensa, “unos cimientos firmes para futuras actividades”. En el texto se especifican las obligaciones de los miembros para con la Academia e instrucciones para abordar el cese de dichos miembros. Además, se amplían y complementan las directrices aprobadas en 2012 sobre conflictos de intereses estableciendo que “todos los asuntos de la Academia pueden ser sometidos a una resolución imparcial y objetiva”.
Está por ver el alcance de esta “modernización” de los estatutos y cómo afecta al funcionamiento de la institución y a la elección de nuevos miembros, pero es evidente que queda aún trabajo por delante para recuperar “la confianza en la institución y la legitimidad del Nobel de Literatura».
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