El Congreso de Libreros: diagnóstico de problemas y debate sobre posibles soluciones

por Susana C. Gómez (Twitter / Goodreads)

Como en todos los sectores, los congresos sirven para poner en contacto a profesionales de distintos campos y distintas localizaciones geográficas, para poner cara a esos que tal vez se conozcan sólo por teléfono o medios electrónicos, para descubrir que unos y otros lidian a diario con los mismos problemas, para buscar soluciones a esos problemas, para intercambiar puntos de vista, para aprender. Por eso citas como el Congreso de Libreros son necesarias, sobre todo si han pasado siete años desde el anterior, siete años duros para el mundo del libro y las librerías en los que muchos se han quedado por el camino pero otros muchos más siguen adelante, sobreviviendo, que no es poco.

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Fotos: Belén Vargas

Sin embargo, como en tantos otros encuentros de este tipo, tampoco en la cita que se ha celebrado estos días en Sevilla se han hallado recetas mágicas para llenar las librerías de clientes (y sus bolsas de libros), o para aliviar la carga administrativa que soportan los libreros, o para que las editoriales dejen de abrumarles con decenas de nuevos títulos cada semana, muchos de los cuales son devueltos casi sin haber salido de las cajas.

Pero algo sí se ha avanzado. Libreros, editores, distribuidores y representantes de las instituciones han debatido, compartido mesas redondas (y muchas charlas privadas durante los descansos) y ya tienen una idea más certera de lo que unos y otros pueden hacer para que todos los eslabones de la cadena trabajen juntos y mejor que hasta ahora.

A lo largo de casi una veintena de sesiones (aparte de la inauguración institucional), los asistentes al Congreso de Libreros han conversado en el Caixaforum Sevilla en torno a tres grandes bloques temáticos: las librerías en sí, el desarrollo tecnológico y las medidas de apoyo a la lectura, los libros y las librerías.

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Fran Dubruille (EIBF) /
Foto: Belén Vargas

Las encargadas de abrir las jornadas fueron Fran Dubruille, directora de EIBF (European and International Booksellers Federation), y Marifé Boix, vicepresidenta de la Feria del Libro de Fráncfort. Dubruille explicó que la EIBF ejerce acciones de lobby en Bruselas para defender ante la Comisión Europea y el Parlamento Europeo los derechos tanto de libreros como de consumidores. En cuanto a Marifé Boix, repasó las numerosas actividades de la Feria del Libro de Fráncfort, una organización mucho más amplia y compleja que la feria en sí, y animó a los presentes a acudir, al menos una vez, a ese escaparate de “novedades y tendencias” de contenidos en general, no sólo libros.

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Marifé Boix (Feria del Libro de Fráncfort)
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Foto: Belén Vargas

El estado de la cuestión

“El canal librero aguanta mejor los tiempos difíciles”, pero aún no ha salido del bache en el que le sumió la crisis. Fue una de las conclusiones de la intervención de Juan Miguel Salvador (Librería Diógenes), que desgranó los datos de los últimos informes elaborados por el Observatorio de la Librería de Cegal

Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017

Mapa de Librerías en España de 2016

Edición española de libros en 2017

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Juan Miguel Salvador (Librería Diógenes)
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Foto: Belén Vargas

Pese a esa capacidad de resistencia, el sector está lejos de su mejor momento. Tras el repunte de ventas en 2015 y 2016, 2017 volvió a cerrar en negativo y el arranque de 2018 está siendo malo, según Salvador, que incidió en la escasa implementación de las diversas herramientas tecnológicas que los libreros tienen a su disposición, las tareas mecánicas que les consumen demasiado tiempo y los crecientes “problemas de liquidez” porque “crece el inventario neto pagado”, lo que conlleva que haya que financiar el fondo con recursos propios. En el lado positivo, baja la tasa de devolución, algo bueno en un sector que “es poco eficiente”.

Proyectos y herramientas para los libreros

Siguiendo con la actividad de Cegal, en otras sesiones se habló de Club Kirico y Zona Cómic como proyectos dirigidos a librerías especializadas, se promocionó la web Los libreros recomiendan y se debatió sobre si Todos tus libros debe convertirse o no en una plataforma de venta, no sólo de información.

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Gerard Nahm y Eva Cosculluela
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Foto: Belén Vargas

Para ayudar a los libreros con la información bibliográfica y la gestión de los títulos son muy útiles herramientas como Cegal en red y Librired, que pocos profesionales conocen y aún menos utilizan y que serían aún más útiles si, como se puso de manifiesto en un interesante debate sobre metadatos, se consigue mejorar el intercambio de información entre los eslabones de la cadena de los que hablábamos al principio. Porque dista mucho de ser perfecto, como se quejaron Antonio Rivero (Librería Canaima) y Juan Miguel Salvador. La deficiente información de cada título que reciben les obliga a dedicar demasiado tiempo a corregir y completar las fichas bibliográficas cuando las incorporan a sus sistemas… algo que tienen que hacer todos y cada uno de los libreros a los que llega esa información defectuosa.

El elefante en la habitación

Como es lógico, Amazon estuvo presente en buena parte de las intervenciones (de forma explícita o no) y su ominosa presencia sobrevoló también casi todas las conversaciones: “Competir con Amazon es imposible” (Buenaventura Porcel, Grupo Trevenque), “es tarde para hacer algo diferente para competir con Amazon (Antonio de Marco, Librería Pasajes; y antes de eso responsable de la implementación de Kindle en España), “no podemos esperar al futuro, porque ya se han perdido bastantes oportunidades” por el qué hay de lo mío (Patxi Beascoa, de Penguin Random House)…

¿Significa eso que todo está perdido y que hay que renunciar a la web? Ni mucho menos. Como explicó Beascoa, en España el mercado online de libros está en torno al 13-15% del global del libro (11% para volúmenes en papel y el resto para ebooks) y se espera que alcance el 30-40% (en el mercado anglosajón la suma de ebook y papel que se vende online es del 50-60%). Así que aún queda trabajo por hacer y hay formas de competir.

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Enrique Pascual (Librería Marcial Pons)
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Foto: Belén Vargas

Por ejemplo, siguiendo el ejemplo de las librerías independientes estadounidenses que se agruparon en IndieBound con tanto éxito que incluso la Harvard Business School les dedicó un estudio (lo explicó Enrique Pascual, de la Librería Marcial Pons), o mejorando los tiempos de distribución para seguir el modelo farmacia (Beascoa) y tener el libro pedido por la tarde o al día siguiente (“y a lo mejor te llevas también otra cosa cuando vayas a recogerlo”). Y, desde luego, potenciando la compra entre libreros para no actuar como revendedores de Amazon (Porcel).

Cercanía, trato, colaboración

En realidad las intervenciones de Jesús Trueba (La buena vida) y Enrique Pascual bastarían para resumir los problemas actuales del sector y qué se puede hacer en el futuro. “No sabemos adónde queremos ir”, admitía Trueba, que en su ponencia pidió a sus compañeros que se pongan también en el lugar del cliente, que quiere adquirir un producto y tenerlo, sin importar el resto (de ahí su propuesta de hacer de Todos tus libros una plataforma de venta).

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Jesús Trueba (La buena vida)
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Foto: Belén Vargas

La diferenciación, la cercanía, el trato personal, la cualificación para escoger y defender títulos son algunas de las bazas con las que cuentan los libreros, pero como también señalaba Trueba, falta conciencia de colectivo para cerrar acuerdos, por ejemplo, en el frente logístico, o entrar en la autoedición y la impresión bajo demanda. O para mejorar los márgenes comerciales y promover el depósito frente a la compra en firme. O para que las novedades lleguen a todas las librerías, no importa su tamaño, al mismo tiempo.

Hay mucho que hacer también para establecer canales de comunicación adecuados (más allá de abultados boletines de novedades llenos de “supuestos argumentos de venta”) entre las editoriales y las librerías, como resaltaron varios libreros y editores de Anagrama, Seix Barral, Debate o Nórdica, cuyo representante, Diego Moreno (que suele visitar librerías de toda España), consideró que esa “falta de empatía” entre editores y libreros puede venir por la falta de información que cada uno tiene sobre el trabajo del otro.

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Fotos: Belén Vargas

Otros temas de debate

Se habló de la necesidad de promocionar los fondos de las librerías, esquilmados por la crisis y la sobrepublicación que satura los establecimientos y a sus propietarios (sobre todo los dos grandes grupos editoriales que operan en España); de si las presentaciones de libros son o no rentables y si habría que buscar otras fórmulas; de los libreros como prescriptores y guías de lecturas o del papel de los medios de comunicación en el fomento de la lectura y de las librerías. Hubo también sesiones dedicadas al libro de texto (que tanta importancia tiene en los balances de muchos comercios y que, con las diferentes legislaciones autonómicas, es una jungla), las actividades gubernamentales de fomento de la lectura, el sello Librerías de calidad y hasta de planificación urbanística y librerías como espacios culturales, como centros de actividades y lugares de encuentro. 

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Foto: Belén Vargas

“Vocación y resistencia”

Precisamente sobre este último punto, el de las librerías como centros sociales, versó la última sesión del Congreso de Libreros de Sevilla, una conversación entre Alfonso Guerra y Paco Puche, quienes conversaron sobre su experiencia como libreros (Librería Antonio Machado y Proteo-Prometeo, respectivamente) durante los últimos años del franquismo y la Transición, cuando sus comercios albergaban reuniones clandestinas y volúmenes aún más clandestinos.

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Guillermo Busutil, Paco Puche y Alfonso Guerra
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Foto: Belén Vargas

Todo eso fue antes de que sus librerías se convirtiesen simplemente “en un negocio, y eso ya era un coñazo”, decía Puche, mientras el ex vicepresidente del Gobierno lamentaba que “hayan desaparecido las librerías de fondo” y que ya sólo haya “librerías de escaparate”. ¿Y cuáles creen que son las claves de un buen librero? Según Guerra, “vocación y capacidad de resistencia”, a lo que Puche asintió y confirmó: “Un librero es un resistente”.  

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