Recordando a Ursula K. Le Guin
por Antonio Ruiz García (Twitter / Goodreads)
Cuando sólo contaba once años, Ursula Kroeber Le Guin ya tenía muy claro que narrar historias era para ella lo más importante. A esa edad envió su primer relato corto con vocación profesional a la revista Astounding Science Fiction, relato que fue rechazado pero que significó toda una declaración de intenciones. Durante toda su carrera, esta autora que nos ha dejado a sus 88 años fue adalid de los géneros de ciencia ficción y fantasía, tan a menudo denostados.
Foto: Marian Wood Kolisch
Nacida el 21 de octubre de 1929 en Berkeley, California, Le Guin era la menor de cuatro hermanos, y de ellos la única niña, de un matrimonio de antropólogos de cierto renombre, algo que posiblemente influyó en sus primeros escarceos con la literatura. Pronto se interesó por los libros sobre mitología y los relatos de ciencia ficción y fantástico, pero también comenzó a perfilarse en su carácter creativo la idea de la reinterpretación y renovación de unos géneros que mostraban un uso del género acusadamente masculino y con una apabullante presencia del elemento tecnológico. Con su llegada, los viajes interplanetarios y los mundos plagados de dragones se convirtieron en un espejo metafórico de nuestra sociedad y en el terreno de juego ideal para abrir el debate ético, moral y sexual sobre el mundo en que vivimos y morimos.
Así, Le Guin fue pionera al incorporar a la habitual mitología y narrativa componentes que nos hacían reflexionar sobre el medio ambiente, el racismo, el enfrentamiento entre culturas o la propia identidad de género, todo con un estilo marcadamente literario y, quizás, alejado de los cánones establecidos. Aunque se sirvió de los elementos básicos de los géneros, hizo que la resolución de los conflictos en sus historias se basara más en el acuerdo, el diálogo y la reflexión que en la conquista y la lucha armada. Todo esto le supuso, en su momento, el rechazo de buena parte de la estructura editorial, dominada por los hombres y con un fuerte instinto de supervivencia frente a lo diferente y a lo supuestamente poco comercial.
Esta preocupación ética se aprecia, sobre todo, en el universo del Ciclo Hainish o Ekumen, donde se plantea la existencia de una miríada de razas y especies humanoides que, provenientes de una misma civilización, han evolucionado hasta convertirse en un ejemplo de diversidad física, intelectual, moral y psicológica; la metáfora de nuestro propio mundo y nuestra sociedad está servida por Le Guin de forma evidente y, a un tiempo, elegante. De este ciclo, es posible que los ejemplos paradigmáticos de la idea ética de Le Guin sean las novelas La mano izquierda de la oscuridad (1969) y Los desposeídos: una utopía ambigua (1974). En la primera, la autora aborda la complejidad moral de la diversidad e identidad de género al plasmar un mundo, Gueden, en el que sus habitantes son sexualmente neutros tres semanas de cada mes; durante la cuarta semana se transforman en seres sexuales, femeninos o masculinos de forma aleatoria o inducidos por drogas, con la procreación como objetivo central. Según la escritora, su intención era explorar la naturaleza de las sociedades y eliminó los géneros “para ver qué es lo que quedaba al final sin ellos”. El libro recibió en su momento los premios Hugo y Nebula.
En el Ciclo Ekunen, Ursula K. Le Guin exploró complejas facetas humanas y sociales como la identidad de género y nuestras contradicciones como
sociedad y el fracaso de los regímenes políticos excluyentes
En Los desposeídos, Le Guin atiza el fuego político al imaginar dos mundos hermanos en los que la política ha seguido caminos divergentes: en uno, Urras, se rigen por el capitalismo más radical que desprecia a las clases inferiores; en el otro, Anarres, es el comunismo utópico el que gobierna una sociedad sin clases que deriva en anarquismo y que tampoco resulta ser un oasis de convivencia mientras mira a su mundo hermano con prejuicios, odio y recelo. El relato sirvió a la escritora para mostrar nuestras propias contradicciones como sociedad y el fracaso de las promesas de los regímenes socialistas, con frecuencia evolucionados hacia modelos totalitarios. Le Guin no toma partido por ninguna opción y deja en el aire el debate y al lector la elección sobre qué modelo puede ser mejor. Por esta obra, Le Guin fue reconocida de nuevo con los premios Hugo y Nebula.
Ambos casos son, por sus implicaciones sociológicas y morales, ejemplos posiblemente más cercanos a la ficción especulativa que a la ciencia ficción, género que Le Guin amaba pero del que muchas de sus creaciones escapaban, a pesar de que buena parte de la crítica la encasilló desde el comienzo de su carrera.
“Cuando una novela se pone en marcha y encuentra el rumbo que necesita, su impulso me lleva como una barca en un río. Si yo soy la escritora, soy el piloto, dirigiendo la nave lo mejor que puedo; pero también soy libre, porque me lleva la energía y sigo el camino del agua”.
“Nunca he protestado cuando mi ciencia ficción y fantasía se llama ciencia ficción y fantasía. ¿Por qué debería hacerlo, cuando eso es lo que es? Pero mucha de mi obra no lo es, y protesto porque todo mi trabajo se confunde con un género al que sólo le pertenece una parte. He escrito durante décadas en varios géneros incluyendo realismo, ciencia ficción, fantasía, literatura infantil y fábulas. Publiqué poesía mucho antes de vender una historia”.
Más allá de la política y del activismo en sus obras, Le Guin también tuvo tiempo de sumergirse en la compleja dualidad que esconde cada faceta de la existencia, como señala su amiga Margaret Atwood en un artículo en The Guardian. Lo hizo en las obras que componen la serie Terramar donde, señala Atwood, la escritora explora “la relación entre vida y muerte: sin la oscuridad no existe la luz; y la mortalidad permite que todo lo que vive exista. La oscuridad alberga todos los lados más ocultos y menos amables de nosotros mismos, nuestros miedos, nuestro orgullo, nuestra envidia”. En los mundos de Terramar, que ganaron para la autora una legión de seguidores fieles, la narración se centra en mostrar que la búsqueda del equilibrio, el que reconcilia a los contrarios en conflicto que todo lo dominan, es la clave para tener una vida feliz y plena, como señalan en el precioso obituario que dedican a la escritora en The Guardian.
Aparte de su enorme talento como escritora, Ursula K. Le Guin destacó también por su pionero y pleno de convencimiento activismo feminista y pro diversidad de razas, lo que se refleja en toda su obra.
“Había toda una generación de escritores de ciencia ficción y fantasía con los que yo llegué. Tanto hombres como mujeres, diría yo, estaban más interesados en las personas, en el elemento humano de estas historias. Ellos humanizaron la ciencia ficción”.
Esta faceta feminista se refleja en su novela La mano izquierda de la oscuridad, sobre la que la autora dijo, en una entrevista recogida en NPR:
“Lo escribí en 1967, que es cuando realmente pienso que el feminismo estaba comenzando a cobrar vida de nuevo y la gente se hacía preguntas como: ‘¿Cuál es la diferencia entre hombres y mujeres? ¿Cuánto es biológico? ¿Cuánto es cultural?’ y así sucesivamente, todas esas preguntas. Y una manera de hacer esas preguntas -la forma que más empleo yo para hacerlo- es escribir una novela al respecto y establecer una situación en la que las mujeres se conviertan en hombres [que luego] se convierten en mujeres mensualmente, por así decirlo, y ver qué pasa”.
Esta fuerte faceta feminista se hizo patente en una carta, fechada en 1987, en la que declinaba con elegancia escribir para una antología de obras de ciencia ficción en la que no había ninguna creación firmada por mujeres: “Caballeros, no es lugar para mí”, era la coda de la misiva. Tampoco era menos fuerte su defensa de las diversas razas, no en vano algunos de sus grandes personajes son negros o simplemente no caucásicos. Así lo recogen en The Guardian cuando mencionan el conflicto que la autora sostuvo con el canal de televisión SyFy por la adaptación que la cadena hizo de la serie Terramar, con un blanqueado sistemático de unos personajes que en sus páginas eran de todo menos blancos: “La mayoría de los personajes de mis libros de ciencia ficción y fantasía [situados] en un futuro lejano no son blancos. Son mestizos, son arco iris.”
Pero Ursula K. Le Guin fue, además, una ferviente defensora de la ciencia ficción y la fantasía como géneros literarios de pleno derecho y en los que se podían contar historias que nos afectan a todos como seres humanos dentro y fuera de la sociedad, no sólo para narrar aventuras espaciales vacías de contenido: “Al hacer que ese género [el realismo] sea el estándar de calidad, al limitar la literatura a él, estábamos dejando demasiada escritura seria fuera de consideración. Demasiados críticos y profesores ignoraron -eran ignorantes de- cualquier tipo de ficción, excepto el realismo”.
Llenó sus obras de una prosa hermosa, delicada, directa y llena de matices que lograba (logra) imbuirnos de un hálito mágico que, además de transportarnos a mundos increíbles y aun así plausibles, nos hacía y hace reflexionar sobre nuestra propia condición. Quizás ésta fue la razón por la que, en alguna ocasión y seguro que con cariño, reprendió a su gran amiga Margaret Atwood cuando ésta se resistió a enmarcar algunas de sus obras en estos géneros.
Quizás, con el tiempo, la experiencia y la edad, Ursula K. Le Guin profundizó en la sabiduría que atesoraban, que atesoran, los dragones que tanto amó y de los que tanto tenemos que aprender. Siempre navegando entre universos y géneros, nos habló de lo que somos y de lo que podemos ser, de nuestras fortalezas y debilidades, de lo enormes y diminutos que somos a un tiempo, de la responsabilidad que tenemos y de la que, muchas veces, renegamos. En pocas palabras, la obra de Ursula K. Le Guin es, por encima de todo, profundamente humana.
Ursula K. Le Guin publicó a lo largo de su vida más de veinte novelas, cien relatos cortos, trece libros infantiles, cinco libros de traducciones, una guía para escritores y siete colecciones de ensayos. Habitual en el mundo de los galardones literarios, fue acreedora de cinco premios Locus, cuatro Nebula, tres Hugo (el último en 2017) y un World Fantasy Award, además de ser finalista para el Pulitzer en 1997 y aparecer en las loterías del último Nobel, por mencionar sólo algunos.
Ursula K. Le Guin recibe el National Book Award 2014 por toda su carrera
Su fallecimiento no ha pasado desapercibido en el mundo literario, desde donde se ha resaltado su maestría y buen hacer. Margaret Atwood, en su artículo en The Guardian, señala sin dudar que Le Guin es “uno de los grandes genios literarios del siglo XX”. Neil Gaiman declaró en redes sociales que “sus palabras siempre están con nosotros. Algunas de ellas están escritas en mi alma. La hecho de menos como una gloriosa, divertida y espinosa persona, y también la extraño como la más profunda e inteligente de los escritores”. Desde Maine, Stephen King destacó que hemos perdido no sólo a una de las más grandes autoras de ciencia ficción, sino a un icono literario. China Miéville, autor muy en boga, la definió como “un coloso de la literatura, una radical, una pionera”.
La obra de Ursula K. Le Guin nos imbuye de un hálito mágico con su prosa hermosa, delicada, directa y llena de matices que nos transporta a mundos increíbles y nos hace reflexionar sobre nuestra propia condición. Es una obra profundamente humana
Ha querido el destino que el penúltimo libro de Ursula K. Le Guin apareciera en español el 24 de enero, dos días después de su fallecimiento en la ciudad de Portland, donde vivía con su marido, su gato y la naturaleza que adoraba. Publicado por Círculo de Tiza, Contar es escuchar recopila en diversos textos de no ficción las experiencias y reflexiones de la autora sobre temas tan variados como el arte, el medio ambiente, la política o la pasión que sintió por los escritores que marcaron su carrera, como Virginia Woolf, Jorge Luis Borges o J. R. R. Tolkien.
En su última obra, recién aparecida en Estados Unidos bajo el título No Time To Spare, Thinking About What Matters (Sin tiempo libre, pensando en lo que importa), reúne artículos que publicó en su blog en los que muestra su sabiduría, capacidad para la observación de la realidad y un profundo sentido de la ironía, todo bañado con una ingeniosa maestría literaria: “Lo opuesto al tiempo libre es, supongo, tiempo ocupado. En mi caso sigo sin saber qué es el tiempo libre porque todo mi tiempo está ocupado. Siempre lo ha estado y lo está ahora. Está ocupado en vivir”.
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