Autentificado un códice maya de 900 años como el más antiguo escrito en América
En los años 60, una banda de saqueadores de tesoros arqueológicos estaba desvalijando una antigua cueva seca en la Sierra Madre de Chiapas, México, y, cuenta la historia, se toparon con una serie de artefactos aparentemente muy antiguos. Entre ellos se encontraba una serie de maltrechas páginas pertenecientes a lo que parecía ser un vetusto manuscrito maya. Posteriormente, estos individuos decidieron hacer algo de dinero vendiendo sus hallazgos al coleccionista Josué Sáenz, pero impusieron la condición de que éste nunca dijera nada sobre el libro ni tampoco lo expusiera. Evidentemente, eso despertó su curiosidad de coleccionista, que voló por una ruta secreta hasta encontrarse con los saqueadores para revisar y adquirir el texto. La rocambolesca historia descrita por Sáenz fue lo primero que hizo desconfiar a expertos en el campo mesoamericano como Sir J. Eric S. Thompson, que dudaron sobre la autenticidad del códice basándose sobre todo en su procedencia y en cómo había sido adquirido, construyendo una polémica que ha pervivido hasta hoy.
El Códice Grolier (Fotos: Justin Kerr)
Conocido como Códice Grolier o Códice Sáenz, este documento fue desde los primeros análisis de especialistas declarado como falso pero, aun así, fue expuesto en 1971 en una exhibición organizada por el experto Michael Coe en el Club Grolier de Nueva York, la autodenominada como “más antigua y mayor sociedad de los Estados Unidos para bibliófilos y los entusiastas de las artes gráficas”. Posteriormente fue devuelto a México en 1976, en virtud de un acuerdo firmado con Estados Unidos sobre antigüedades y artefactos. Expuesto en el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México, se compone de diez páginas hechas en papel de estuco y plegadas en forma de acordeón que pertenecían, parece, a un documento mayor de unas 20 páginas. Entre ellas se incluye un calendario astronómico de 104 años que describe el movimiento del planeta Venus, además de diversos elementos habituales de la cultura maya, como la representación de dioses, jeroglifos o guerreros. El problema del códice es que, desde un primer momento, los expertos en este tipo de escritos encontraron serias diferencias respecto a otros del mismo estilo que ya se habían analizado exhaustivamente por la época lo que, claro está, levantó más de una suspicacia.
Entre estas divergencias, curiosamente, se contaba el hecho de que los daños que sufría el manuscrito tenían una apariencia sospechosamente artificial, como buscada al efecto. A esto había que sumar que, al contrario que otros códices, sólo estaba escrito por un lado de las páginas. También era extraña la combinación de escuelas a la hora de plasmar los dibujos de deidades o guerreros, encontrándose algunos cercanos a la cultura mixteca y otros más propios de la tolteca. Esta inusual mezcla hizo sospechar que los ladrones de reliquias podrían haber recurrido a la habitual técnica de rellenar páginas en blanco de origen maya auténtico con representaciones fabricadas en la actualidad por hábiles artesanos libres de escrúpulos con el claro objetivo de obtener pingües ganancias.
Códice de Madrid o Tro-Cortesiano
Así, en 2007 el códice pasó por una serie de pruebas para testar su autenticidad como el conocido test del carbono 14, concluyéndose que la antigüedad del papel databa del 1230 después de Cristo. Pero esto no convenció totalmente a los analistas de entonces, lo que nos lleva al momento actual, en el que un equipo de investigadores compuesto por Stephen Houston, de la Universidad de Brown; Michael Coe, de Harvard; y Mary Miller y Karl Taube, de la Universidad de California, Riverside, han hecho un exhaustivo trabajo de revisión de todos los datos recopilados por estudios anteriores para reevaluar cada punto de la investigación: la datación, el tinte usado para los jeroglifos, las fibras del papel y las diversas representaciones y estilos antes descritas.
El estudio final, llevado a cabo por la Universidad de Brown y publicado en la revista Maya Archaeology en una edición especial dedicada al tema, concluye que el Códice Grolier es auténtico y ha sido confirmado como el libro más antiguo escrito en América, a pesar de la polémica y las abundantes dudas. La decisión se basa, entre otras cosas, en que un artesano-falsificador de la época en que se descubrió el documento, los años 60 del siglo XX, no habría podido crear tan elaborado engaño con las herramientas de que disponía en su momento. Por ejemplo, no hubiera podido fabricar una imitación factible de la tinta usada por los antiguos mayas, el tinte conocido como “azul maya”, porque no se conoció su forma de elaboración hasta los años 80. También, algunos de los dioses representados no se conocían en aquel momento, por lo que el supuesto artesano falsificador no hubiera tenido la posibilidad de representarlos. Sobre la en principio vista como extraña mezcla de estilos del documento, tolteca y mixteca, los expertos señalaron que en la época de la creación del Grolier, la Maya tardía y en decadencia, ésta podría no haber sido tan rara como se describió en un inicio ya que en aquel momento la influencia de la cultura tolteca era evidente, por ejemplo en los diseños usados para la construcción en ciudades tan importantes como Chichen Itza.
Según cuenta Stephen Houston, jefe del equipo investigador, desde el momento del descubrimiento del manuscrito “se había convertido en una especie de dogma que era falso. Decidimos volver [a la investigación] y mirarlo con mucho cuidado, para comprobar las críticas de una en una. Ahora estamos publicando un facsímil definitivo del libro. No puede haber la menor duda de que el Grolier es genuino”. El códice ha sido descrito por estos últimos académicos como un trabajo que no está elaborado con la misma intención de ser bello como otros estudiados en el pasado; más bien se trata de un documento que habla “de dioses de cada día, deidades que deben ser invocadas para las necesidades más simples de la vida: el sol, la muerte, K’awiil-un (patrón señorial que personificaba la velocidad del rayo), incluso mientras llevan a cabo las demandas sobre la ‘estrella’ que [en nuestra época] llamamos Venus”. Esto lo diferencia de otros códices como los de Dresde, París y Madrid que, sin dejar de mostrar elementos similares como dioses o calendarios astronómicos, parecen mucho más elaborados y de lo que los autores del estudio llaman “gama alta”. Así, el Grolier parece mucho más centrado en mostrar imágenes claras y en transmitir los significados que conllevan, como si hubiera sido “reducido a lo esencial”.
La investigación ya ha sido alabada por académicos del campo de estudios mesoamericanos, como el profesor David S. Stuart de la Universidad de Texas, que la describe como “muy completa” y le ha hecho “aceptar con entusiasmo que el Códice Grolier es auténtico”. También la profesora Donna Yates, experta en crímenes en el mundo del arte anticuario de la Universidad de Glasgow, ha recopilado y resumido los hallazgos del equipo responsable de la investigación en un detallado artículo publicado en Trafficking Culture.
Y así, concluyen los estudiosos que la evidencia señala que el Grolier es el más añejo de los libros escritos en la América antigua y que, con él, ya son cuatro los códices mayas de la época precolombina que han llegado a nuestros días, supervivientes de la destrucción cultural que sufrió América, y en este caso la civilización maya, con la llegada de las oleadas de conquistadores. Algo por lo que deberíamos estar de enhorabuena.
Deja un comentario