Henning Mankell, la voz del desasosiego sueco
Con 67 años, un año y diez meses después de saber que sufría un cáncer de pulmón con metástasis en la nuca, el escritor sueco Henning Mankell ha muerto en Gotemburgo. Fue un prolífico periodista y dramaturgo y un comprometido activista, pero el culpable de su inmortalidad tiene un nombre: Kurt Wallander. Un inspector dolorosamente humano que pasea su tristeza por las inhóspitas tierras heladas de Escania y resuelve crímenes tal vez porque es más fácil atrapar asesinos que intentar resolver los enigmas de su propia vida.
Como su creador, también la grandeza de Wallander excede los márgenes de este texto, así que sólo os recomendaremos que leáis sus novelas, a ser posible en orden cronológico, empezando por Asesinos sin rostro (también podéis ver la serie de la BBC con Kenneth Branagh). La obra de Mankell es mucho más amplia que la serie de Wallander, e incluye títulos como El chino (que casualmente terminamos de leer hace un par de días), El retorno del profesor de baile o la última obra suya publicada en español, Arenas movedizas, una especie de memorias en las que narra cómo ha sido su vida en este último año y pico, desde que supo que tenía cáncer.
Sobre la enfermedad también ha hablado, de modo similar a como lo hizo en su día Oliver Sacks, en una serie de artículos publicados en The Guardian, en los que habla de la espera hasta conocer el diagnóstico y el tratamiento, de lo necesario que es tener a alguien con quien compartir la enfermedad o de esos días “llenos de oscuridad”.
Nevertheless I never have the feeling that I am living on what one might call “borrowed time”. There is no such thing. I have no doubt that my time is mine and mine alone. I don’t know how long it will last. I try not to think about it, since there is no point, and try to live as if everything is normal.
But at the same time I am aware that the biggest danger in my life and that of other cancer sufferers is to submit to illusions. I shall never be completely healthy again. But I could live long enough to die of something else.
It might sound as if I am regarding everything in a state of complete calm. I suppose that is true in a way. But at the same time there are days full of darkness. When the voice I use to talk to myself is draped with mourning crepe. Days that are hard-going, depressing. Days when the only thing to do is to grit one’s teeth and force oneself to think different thoughts. It usually works. There are few days when apprehension gains the upper hand. I am usually stronger than the dark forces that are trying to drag me down into a spiritual abyss.
It is possible to live with cancer. It is possible to fight against it. Nothing is ever too late. In its own way, everything is still possible. My stance this damp September evening is to do ultimately with what cancer has not taken away from me. It has not robbed me of my joy at being alive, or my curiosity about what tomorrow has in store.
La serie de artículos es tremenda (tan honesta y humana como su Wallander) y quienes hayáis padecido la enfermedad, ya sea en primera persona o en alguien querido, os sentiréis identificados con lo que dice sobre ella. Por desgracia, aunque rehúse hablar de “tiempo prestado”, sí que sabía que el cáncer acabaría con él. Esperemos que esas “fuerzas oscuras” no le hayan arrastrado al abismo, sino que su marcha haya sido más como esa “calma” de la que también habla. Y, en cualquier caso, deseamos que descanse en paz.
PD: Os dejamos un vídeo del documental que emitió la BBC sobre Wallander, por si tenéis curiosidad sobre el personaje.
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