El regreso de los seriales como solución a la crisis editorial

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Hay pocos lectores, se venden pocos libros y se habla poco tanto de lo uno como de lo otro. Una vez bajado el telón y cerradas las casetas del Día del Libro, los libros y sus autores desaparecen de la esfera pública. Su presencia en los medios queda reducida a algún programa televisivo marginal (Página 2) o a las páginas de los suplementos literarios, que pocos leen. Los libros y su género estrella, la novela, están condenados a la irrelevancia (a lo mejor la novela se ha vuelto a morir).

Poco más o menos ése es el panorama que describe Hillary Kelly en este artículo del Washington Post, en el que propone como solución el regreso de la novela serializada, el género que popularizó y perfeccionó Charles Dickens a mediados del siglo XIX. Dickens no fue el único autor que publicó sus novelas por entregas (la mayor parte de los autores victorianos practicaron en uno u otro momento de sus carreras el serial), pero pocos aprovecharon tan bien los beneficios de dosificar el contenido que suministraban a sus lectores en publicaciones periódicas (en el caso de Dickens, semanales y, sobre todo, mensuales, a menudo dirigidas por el propio escritor). Maestro del cliffhanger y de la tensión dramática, el autor de Oliver Twist mantenía durante meses enganchados a sus seguidores, que cada primer lunes de mes se congregaban en torno a los quioscos para comprar, leer y escuchar (buena parte de su público no sabía leer) cómo seguía la historia. Frente a otros que primero completaban la obra y después la despiezaban para su publicación por entregas, Dickens solía ir escribiendo sobre la marcha, introduciendo en ocasiones cambios o sugerencias que le hacían llegar los lectores.

A los usuarios de Wattpad o visitantes de foros de fanfiction, entre otros sitios, tal vez les suene este modo de publicación. Una vez al mes, a la semana o lo que sea, los autores publican un nuevo capítulo de una obra que esperan con ansia sus lectores (en ocasiones, de pago). Al margen de estos sitios, muchos escritores publican en plataformas como Amazon novelas por entregas, o series de novelas. Tal vez conozcáis el caso de Hugh Howey, cuya historia explicaban en este artículo de Wired. Howey empezó su serie Wool en 2001, hace ya 14 años. El debate de la autopublicación en internet y de los seriales online es de todo menos nuevo.

Hunger Games

Foto: Mike Mozart

Como apunta Hillary Kelly, el mundo de la literatura para jóvenes adultos es propicio a los seriales. Harry Potter, Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente… Abundan las series y los lectores adictos a ellas, pero tal vez la falta de una periodicidad concreta (¿cuándo saldrá el próximo libro?) prive a estos títulos de unos cuantos lectores por el camino (que se lo digan a los que siguen esperando lo próximo de la Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin…).

Según Kelly, la dosificación, con una periodicidad regular, de las novelas (no sólo las juveniles) permitiría extender durante meses la conversación (y el ruido mediático) sobre una obra, cuya fase de promoción suele reducirse a sólo unas semanas. La autora del artículo propone que revistas como People o Paris Review (que ya lo hace) publiquen novelas por entregas. Kelly recuerda la sección de seriales de Amazon o webs como DailyLit, que ofrece “15 minutos de ficción cada día” (con las ocupaciones cotidianas a muchos les será difícil leer durante más tiempo; en su momento hablamos de la apuesta por las novellas, o novelas cortas). Sin duda la opción digital es mucho más atractiva que la impresa, porque incluir la última novela de nuestro autor favorito en una revista que no compramos y que tal vez no nos interese probablemente no consiga llevarnos al quiosco.

Junto al coste para editores y (sobre todo) lectores que pueda tener un modelo de publicación así, nos asalta otra duda. ¿Seríamos capaces de seguir esa lectura dosificada, de someternos a esa disciplina, de dejar que sea otro el que decida cuánto leemos esa semana o ese mes? De extenderse este modelo, tal vez el mundo literario se acabe pareciendo al televisivo, donde hay series que se emiten semana a semana mientras otras (como las de Netflix) dan a los espectadores temporadas completas de una vez para que, si quieren, se puedan pegar un atracón.

Y ya sea una serie de televisión o literaria, de vez en cuando apetece darse un atracón, ¿no?

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